sábado, abril 25, 2009

ocho y ocho, dieciséis, y ocho, veinticuatro

Es muy pronto y se levanta. Y pasa por todas las habitaciones, y mira sus caritas, y los besa. Los deja sin dudarlo: le espera algo más importante que ellos... y se sube a la carraca roja y se baja las cuestas tremendas y después vuelve. Y empieza el desgañitarse. ¡Arriba! Y se ducha uno y el otro y la otra, y se reparten y se acaba el agua caliente y el tiempo con ella. Y ¡tómate la leche, y el bocadillo!, y ¿dónde está mi polo? y ponte los calcetines, anda, ayúdame. Y es una gran fiesta, entre sorbos, gritos, aceites y azúcares, duchas y ropas, prisas y olvidos. ¡Vas a perder el autobús! y entre grito y grito, golpecillos en el suelo para acabar de colocarse los zapatos. ¡No te has hecho la cama! Y cuando no es en autobús es en coche repleto, sin música, sin aire, pero con canciones y ventanas casi arrancadas. Y en medio del frio los deja y empieza otra parte de la jornada. Llamadas y más llamadas, y centralitas, y clientes, y videoconferencias, y nuevos productos... y por la tarde, si hay alguno de los pequeños al que le duele la cabeza o que se ilusiona con verla en su lugar de trabajo, se pasa por la oficina y ella se apura y le dice al pequeño, con pena, que no puede estar allí, que tiene que trabajar, y las miradas aledañas se muestran agridulces, sonrientes y, a veces, condenatorias... en hora de trabajo, tantos retoños... Y llegó el momento de salir y volver, y pasar entre montañas de ropa y pequeños hambrientos. Y lo que se hizo por la mañana hay que deshacerlo por la tarde, y por la noche, y una, dos, tres lavadoras; uno, dos, tres platos; y uno, dos, tres barreños. Y a pedir ayuda a los pequeños, y uno, díscolo, entre calcetines desparejados y el otro, fregando platos, y el de más allá... eso es lo que ella querría... pero hay que desgañitarse, a veces. Y les quiere tanto, y les exige. Y los despide por la noche cansados y cansada. Y sigue en pie, con el que tiene la tarea sin acabar, y sigue sumando horas, ocho y ocho, dos jornadas, dieciséis. Y vuelve a despedir al que se resiste a ir a la cama, y surge el grito con el que está pavo o pava. Y cuenta a los que despide, mientras les dedica una canción a los ocho. Los quiere tanto. Y lo demuestra. Y se retira rendida. Y suena el despertador. Y los deja y vuelve y los deja y vuelve y los deja... ocho y ocho, dieciséis, y ocho, veinticuatro.

martes, abril 21, 2009

Cuidar la vida (II)



Seguro que ya habéis visto el anuncio de la Coca-cola. Y esta tarde pensaba en ese abuelete de más de 100 años, y en la criatura apenas nacida. El anciano se dice suertudo, en primer lugar por haber nacido, como la pequeña. Y luego, por haber conocido a sus amigos, por poder abrazar a su mujer... La vida es lo más preciado que tenemos los hombres y nadie puede arrebatarla al no nacido, ni tampoco al vivo, aunque se caiga de viejo. La vida es un don tremendo del que no podemos disponer. Y en el futuro, dentro de no muchos años, se leerán con horror las estadísticas de quienes se atrevieron a disponer de ese don, y de quienes promovieron legislaciones que lo apoyaron -de las derechas y de las izquierdas-, y de cómo no se trabajó por la vida antes, dando soluciones a las madres sin medios o con miedos. Nunca nadie debió trabajar por la muerte. Sólo vale la pena trabajar por la vida.

sábado, abril 18, 2009

Sí mayor, sí menor

La música del amor se compone de dos notas: el sí mayor y el sí menor. Ambas son necesarias e importantes. Podría parecer monótona la música resultante de tal composición -un sí y otro sí-, pero cuando existen los dos sís, el mayor y el menor, las demás notas vienen por añadidura, y la música, la música del amor, es entonces de una belleza indescriptible. El amor requiere, al principio, un compromiso fuerte, fiel, un sí mayor. Y luego hay que colocar los sís menores, en lo concreto, una vez y otra, renovando la nota inicial, aunque suponga renunciar a un re bemol exquisito o a un mi insitente. Y eso es lo que da a la vida su plentitud, y es lo que hace que, al final, la música suene extasiante, preciosa.

domingo, abril 05, 2009

Conectados. Permanentemente.

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Marcas, concpectos, nuevos, útiles, simples, cercanos, participativos, divertidos, elegantes, usables... hace 10 años no nos sonaba ni un nombre de esa lista, o quizá dos o tres, pero no más. Hace tiempo que quiero escribir sobre lo 2.0. y sobre lo que ha supuesto para las personas, para las empresas. Y hablar sobre el Cluetrain Manifesto, y sobre las generaciones X e Y, y sobre nativos digitales, y sobre redes... lo voy a ir intentando... hay cientos de expertos, lo sé. Pero hay un sector de la población, gigante, que empieza a enterarse de que existe algo de todo esto. Y "todo esto" tiene mucho peso en su vida -o en su negocio-, sin ellos saberlo...